Un vuelo musulmán
El verano comienza, un arduo año lleno
de trabajo, cerrar cuentas y preparativos de última hora, hay que
empacar la casa de nuevo, ¡nos vamos!.
Empieza la larga travesía con destino
Bali, Indonesia. La gran aventura veraniega comienza en el momento en
el que decidí tomar el vuelo más económico posible para así poder
"derrochar" un poco más en la tierra prometida. Mi primera
vez volando con Saudia Airlines.
Llego al mostrador para hacer
check-in y me dicen que mi atuendo no es el apropiado, que la
compañía es muy estricta en éste aspecto, así que cambio mis
shorts y flip-flops por pantalones y zapatos, ¿qué será lo que me
espera?. Una experiencia interesante. Y para remarcarlo un poco más,
estamos en pleno Ramadán, época del año en la que los musulmanes
ayunan durante las horas en las que el sol permanece visible, lo cual
me cohíbe un poco de abrir esa gran caja en la que la aerolínea
Saudí nos obsequia un gran aperitivo con motivo de la celebración,
la cual al parecer no puedes abrir hasta que el sol se ponga, por
consideraciones religiosas. ¿Pero qué pasa con la consideración de
un pobre hombre hambriento como yo?. Así que por consideración
propia decido ocultarme en un rincón de la sala y abrir aquella caja
mágica.
Después de abordar el avión, con la
mirada de no pocos curiosos puestas en mí, el único occidental en
aquella caja con alas, viene una azafata para ofrecerme una bandeja
llena de comida y bebidas, todo el mundo me observa de una manera
interesante, los niños con envidia, los adultos con recelo. Ahí
estaba yo en el avión, el único con una bandeja de comida, y
docenas de ojos puestos en mí. No podía hacerlo. Me sentí culpable
de no ser musulmán. Así que decidí dar un pequeño sorbo y dejar
todo lo demás de lado. No podía hacerle esto a aquella gente.
Afortunadamente, algunos minutos más
tarde, ternos para mí, el capitán del avión anunció que la veta
se había abierto, a pesar de que a ésta altitud aún era de día y
el sol brillaba, allí abajo, en tierra, ya no había ningún
resquicio de aquella gran bola de fuego. Montones de azafatas
salieron de su escondite en la cola del avión para empezar a suplir
a todos los pasajeros con sus grandes raciones de comida, no sin
antes recitar el corán en la megafonía del avión, y algunos
súbditos avalanzándose sobre la alfombra del avión para rezar,
acto que en el trayecto a la pariadisiaca Indonesia se repitió una
vez más.
En definitiva una experiencia
interesante. Es como si en Europa el capitán del avión diese una
misa, y los devotos se arrodillaran en los pasillos para
corresponder. Sin duda un vuelo para recordar.
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