¡GRACIAS POR TODO!



Me quedé dormido después de que el ordenador se me apagara y se perdiesen las pocas líneas con las que comencé el texto anterior. Ahora, recién despertado por el frenético ritmo del mostrador de embarque bajo el que me dormí y el traqueteo de cientos de ruedas minúsculas, me dispongo a escribir las que posiblemente sean mis últimas líneas en suelo europeo...
Hace unos días escribí algo con la idea de subirlo al blog, pero me acosté con un resquemor extraño que me levantó de la cama en mitad de la noche y me obligó de manera maníaca y violenta a borrarlo; creo que era algo malo, realmente malo, pero además tenía un cargado sentido emocional y trataba ciertos temas que deseaba tratar en otros momentos y de otras formas.
Un resumen de mi estancia en casa y unas palabras de agradecimiento a todos aquéllos que estuvieron conmigo en este último mes es la idea que me ronda la cabeza. Pero soy malo en este tipo de empresas. No se me da bien despedirme y soy tan plano como un rodaballo a la hora de agradecer cosas (podríamos preguntarle a mis padres). Pese a todo creo que es lo más lógico en estos momentos así que... ¡allá vamos!




Llegué hecho un manojo de nervios a casa. Podía sentirlos erizados secamente apuntando hacia el exterior llegando incluso a asomar por las brechas de cascada piel, incluso desde los lugares más profundos. Acababa de tener una charla con mis tíos; yo expuse mis motivaciones a la hora de haber elegido abandonar todo y lanzarme a un proyecto personal que sin duda venia armando demasiado alboroto en mi familia; ellos se mostraron de acuerdo con mi discursito (previamente preparado, soy pésimo hablando, la elocuencia murió en uno de los golpes que me dí contra la realidad) y tuvieron esas palabras de apoyo que yo llevaba meses deseando oír, además de un breve resumen de cómo andaban las cosas en mi familia desde que yo no estaba. Como resultado, yo, recibí esa comprensión que semanas atrás sentía que me faltaba por parte de mis padres y sirvió para confirmar mi idea de que en casa nada había cambiado.

Bien, pues con ese cóctel de nervios y ganas de soltar la parrafada mas transformadora que jamás nadie hubiese soltado en mi casa me despedí de mis tíos y me deje elevar por un ascensor hasta la séptima planta. Cada piso que se hundía bajo mi irrefrenable ascenso parecía arrastrar consigo parte de mi seguridad y decisión; al abrirse las puertas pude ver como una especie de héctoplasma se quedaba allí adentro; me enfrentaba sin nada a último mes en casa.

Tras las preguntas más triviales y repetitivas, esas que sacan el tipo borde y repulsivo que hay en mí (creo que no halla muy hondo y vive en las primeras capas de mi ser) decidí soltar la parrafada; sin éxito. Solté mierda, verdadera y espesa mierda sobre esa familia que llevaba meses esperándome allí incrustada en el sofá. De nada sirvieron las semanas previas de preparación frente al espejo del baño, a tomar por culo esas frases que tan finamente hilvané desnudo sobre un fondo frío en la intimidad de mi miserable vida anterior. Gritos y últimos perdigonazos de mierda cayeron como cenizas sobre una casa que se había desvivido por recibirme...
Aquella noche sólo fui capaz de decir cuánto sentía realmente en el momento en el que el cansancio pudo conmigo y me quede sin defensas ante aquella barbarie que yo mismo había provocado; lloré y mis padres estuvieron ahí, como cuando era un mocoso insensato (mocoso que sigo siendo), y tuvieron pese a todo buenas palabras para mí.

Esa misma noche y tras el atropello en cadena de argumentos y sentimientos, caí en la cuenta de que faltaban dos personas en casa, el recibimiento estaba mermado por ello. “Mi abuela”, pensé, y caí en la cuenta de que ella no volvería a recibirme; al menos no en esta vida. Y mi hermano Martín también faltaba en ese momento y faltó en todos los siguientes, incluso en la despedida; no sé si para la próxima estará... miro al cielo y farfullo algo estúpido cada noche por qué SÍ esté en la próxima.

El resto de días, ya lo escribí. Aquella estancia parecía un libro abandonado en medio de un vendaval, los días pasaban como las hojas violentamente atacadas por las corrientes y desaparecían los unos sepultados debajo de los otros sin poder echarles nisiquiera una simple ojeada.

Pero hubo momentos en los que mi situación sufría una ligera, aunque exponencial, mejoría a medida que hablaba con mis padres y ellos parecían comprender -o mejor dicho, tragar- mis motivos más personales. Se pasó de un recelo claro hacia todo el viaje a un apoyo forzado a mis ganas de aventura. Pronto me sentí respaldado por los míos; como siempre, de manera fría y distante, con ese desdén que nos caracteriza a nosotros a la hora de mostrar nuestro apoyo a las ideas de otros. Somos así, muy “despegaos”. No tenemos fotos de un tiempo a esta parte precisamente por eso. Vivimos nuestra relación familiar con una sensación de tedio, como obligados, somos familia porque nos unen lazos de sangre; aquí no existe Alejando que rompa el nudo Gordiano, estamos condenados a querernos dentro de nuestros límites más inexpugnables.

También hubo ratos con los amigos, no muchos eso sí, pues mis ganas de ver a la gente disminuía a medida que su intención nula quedaba al descubierto al esfumarse la capa de arena que la cubría; pero hubo momentos. El último día realmente sentí el cariño y el apoyo en “carnes”, realmente se transformó todo mi cuerpo en un enorme pollo sin plumas y sentir el roce furtivo y helado del viento que llegaba desde esa otra orilla para la que hoy parto. He de agradecer que estuvieran allí quiénes estuvieron y aprovecho la ocasión gracias a la magia de internet, ese lugar dónde un loco como yo encuentra lugar dónde depositar sus neuras, para decirles que vienen conmigo. No puedo negar que me destrozó el alma ir dejándolos atrás como si fuesen lastres que entorpecieran mi avance. Primero ella: mujer que amo, mujer no puedo sacar de mí pues forma parte del motor que me mueve; luego ellos dos: esa pareja que me permitió entrar en su casa y en sus vidas sólo por ser el dueño de un perrillo al que el suyo aguantaba, un cariño el que nació en mí para con ellos de la manera que surge lo inmortal, lo hermoso: sin esperarlo; y por último él: mi mejor amigo, mi hermano, mi compañero en esas noches de 206, frío y canelita, el tío con el que más me he esforzados y al que más he entregado sintiendo siempre que entre nosotros no había una bajo fondo dónde ocultar la mierda, sino un amigo en el que depositarla... sinceramente, os quiero, y añadir más leña a un fuego que ya nos calienta a todos de sobra, me parece una bobada; mejor quedémonos con eso.

Ya que me puse cariñoso, también agradeceré a mis tíos, primos y primas el respeto mostrado ante mi decisión y las constantes muestras de cariño y apoyo. La procesión va por dentro y quizá esto haya sido un buen mazazo, uno de los míos, pero he sentido en todo momento el respaldo de una familia que siempre ha estado y estará ahí. Muchísimas gracias, es un lujo teneros.

Y por último, y demostrando una vez más (esta sí con testigos de por medio) que somos una familia muy nuestra y de unas muestras de afecto tan ásperas como el pubis de un macaco, voy a dar las gracias y a decir lo poco que no dije al despedirme a mis padres y hermanos:

Gracias por todo, por los gritos y las bofetadas, por los consejos y las reprimendas...por todo eso que sólo vosotros sabéis darme. Yo no soy algo que se generó espontáneamente bajo la alfombra, una suerte de engendro loco que carece de juicio y valores; soy el resultado de vuestro cariño y esfuerzo y aunque quizá salí torcido, puede ser, tengo corriendo por mí todo lo que vosotros me habéis entregado: las fuerzas para luchar y ganar aunque sea de manera pírrica; las ganas para sacar adelante esos proyectos más arriesgados; la ironía para saber reírme de lo malo y agarrarme a lo bueno; y sobretodo el amor, que pese a que no sepamos mostrarlo en cada instante como esas familias que hasta jiñando lo regalan, tenemos de sobra y vivimos rodeados de él.
Nuestro camino es uno, el mismo para todos, caminamos juntos en todo momento ¿lo sabéis verdad? Porque sigue siendo el mismo, da igual lo mucho que nos alejemos, a un grito de la “Carmela” volvemos a la pista, y esta es una de esas tantas veces que vivimos y viviremos. Soy curioso, me llena el conocer y experimentar; soy inquieto, no me basta lo de conformarme con una sola cosa sabiendo que por ahí me esperan más; soy un loco, porque trato de dar forma a un sueño que se escapa incluso de mi absurda realidad; pero ante todo soy uno de los vuestros y eso no va a cambiar. Siempre acudo al grito, siempre vuelvo al camino; a nuestro camino.

GRACIAS POR TODO, OS QUIERO. CUIDAROS. Y POR FAVOR, ESTAR TODOS PARA LA PRÓXIMA VEZ QUE ME RECIBÁIS (PROMETO NO LIARLA).

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